DEL INTIMISMO A LO SUPERFICIAL, DE LO INDISPENSABLE A LO BANAL

Así como cada uno tenemos una opinión, cada uno tenemos una visión de las cosas. El prisma es infinito para cada persona, nunca hay dos visiones con cada matiz igual.

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jueves, 25 de octubre de 2012

Miedo a perderte

Cada vez que comienza una nueva fase en la vida, somos conscientes de todo lo que podemos perder de la anterior. Nuestra mente cambia y dependiendo del tipo de personas, finalmente son sólo unos pocos los que se adaptan o los que son capaces de tolerar dichos cambios. Otros, sin embargo,  aprenden a convivir con la resignación de esos cambios y con el peso de sus consecuencias.

Parece que todo se ponga en nuestra contra cuando se nos provoca un cambio, es ahí donde viene mi reflexión: ¿debemos esperar los mismos o debemos salir a la búsqueda de ellos? Que los cambios en la vida se conviertan en crisis o en una oportunidad ¿es a caso algo que dependa de nosotros mismos? Hay una frase que de un tiempo a aquí siempre he pensado que resulta muy ilustrativa: "Mientras unos lloran, otros venden pañuelos." Dicha frase recoge en síntesis mi reflexión acerca de el cambio como oportunidad o crisis.

El subterfugio del cambio como crisis sólo implica nuestra inanición ante nuestra responsabilidad de vivir. ¿Sirve de algo lamentar la perdida de oportunidades por no generar cambios conscientes? Yo creo que no, no sólo no sirve de nada sino que además nos hunde más y más. Por ello, la variable que debemos controlar es nuestra voluntad, como hacerla fuerte y como impulsarla hacia aquello que realmente no sólo es mejor, sino que además es conveniente. Muchas veces aquello que consideramos bueno no lo es por definición. De todo esto ya nos habló hace mucho tiempo Epicuro, de la búsqueda de la libertad desde el ser racional. Sin embargo, cuando todo aquello que no es racional te determina en llevar a cabo un cambio ¿cómo reaccionar? ¿Es posible que sólo aquello que no es racional nos conduzca inevitablemente a una crisis de carácter personal o, en su defecto y según la escala del plano al que lo apliquemos, a una crisis general? Quizás en esto lo más docto es acudir al campo de la psicología, no obstante, mi parecer es que no es más que el plano racional el que permite que nuestra voluntad se tuerza antes los avatares irracionales, propios del alma. Los anhelos del más y mejor se pueden convertir en codicia en todas las áreas de nuestro ser, y la codicia frustrada inevitablemente nos lleva a la ruina personal a no ser que volvamos al punto de partida en el que la prudencia nos haga sopesar lo que realmente hemos perdido o dejado de ganar, en el mejor de los casos. Sólo aquello que nos resulta enteramente pleno debe estar en nuestro horizonte. ¿Pero es de alguna manera esto una privación hacia el progreso, hacia despuntar en algunos campos sólo por dotar a la prudencia de total razón? Muy probablemente habría que buscar en cada singularidad para poder responder a esto, puestos a pensar ¿quién ha dado por amor más de lo que la prudencia aconsejo sin mierdo a perder, en pro de aquello que es conveniente?

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